jueves, 28 de junio de 2012

Sobre el dolor de los narcisos

Duermen en mi jardín
los blancos y amarillos narcisos,
mi alma, muy triste y pesarosa
a las flores quiere ocultar su amargo dolor.

Yo no quiero que las flores sepan
los tormentos que me da la vida
si supieran lo que estoy sufriendo
por mis penas llorarían también.

Silencio que estan durmiendo
los blancos y amarillos narcisos
no quiero que sepan mis penas
porque si me ven llorando morirán...
(y ESO sí no podría tolerarlo)




(modificada floralmente del bolero Silencio de Ibrahim Ferrer)

domingo, 24 de junio de 2012

Sobre pulsiones, instintos y sentidos

Estoy pensando que todo el sentido de la vida está intentar responder a esta pregunta:

¿Que demonios hago con estas intensísimas ganas que tengo de amar y de morir?





domingo, 10 de junio de 2012

Sobre la paradoja de desear

¿Y si existiera una brecha infranqueable entre tu deseo original y lo que es posible obtener en esta vida?, ¿y si esa brecha pequeña pero infinita fuera el origen de todos tus deseos y ellos sólo fueran suscedáneos de tu deseo mas importante?… ¿y si la única forma de encontrarle sentido a la vida fuera olvidar que no lo tiene?




viernes, 8 de junio de 2012

Sobre la dificultad de trabajar en equipo

Había una vez una familia grande poseedora de un gran patrimonio. Esta riqueza era para ellos motivo de un gran orgullo, una parte de ella les había sido heredada, mientras que otra era producto del esfuerzo compartido por todos sus integrantes.
Debido a la inmensidad de su tesoro, y al intenso orgullo que sentían al tenerlo, decidieron que tenían que protegerlo, y que la mejor forma de hacerlo era asegurando la puerta de ingreso a su hogar. Pero ahí fue donde la puerca torció el rabo, porque había opiniones encontradas con respecto a la mejor estrategia de seguridad.
La mitad de la familia creía que la puerta debía de ser asegurada mediante grandes cadenas y cerrojos metálicos hechos por el herrero de mayor historia y tradición del pueblo: era una estrategia poco moderna, pero que había probado su eficacia con los años. La otra mitad, sin embargo, pensaban que las estrategias antiguas eran retrógradas, incómodas y restrictivas. Ellos abogaban por contratar un sistema de seguridad moderno y electrónico que permitiera mayor comodidad y libertad.
Las diferencias de opinión fueron escalando en intensidad y cada mitad defendía su punto de vista apasionadamente. Muy pronto los bandos comenzaron a atacarse mutuamente con argumentos fuertes y que rayaban en la crueldad. "¡Esa propuesta es un peligro para nuestra familia!", decían unos, "¡Son unos anacrónicos y represores que no entiende la importancia del progreso!", vociferaban los otros.
Lo que los dos bandos perdieron de vista pronto es que estas discusiones se llevaban a cabo frente al hogar y su patrimonio, y que la puerta estaba abierta de par en par. No estaba protegido su tesoro ni por viejos herrajes ni por modernos sistemas electrónicos: estaba abierto y desprotegido ante la venida de cualquier truhán. Y como un tesoro que yace al descubierto no puede permanecer sin cambiar de dueño por mucho tiempo, pasó que mientras los dueños legítimos discutían un grupo de malandrines pasó sin ser notados por la puerta abierta, utilizando poco a poco el abundante tesoro para sus propios objetivos personales.
¿Que tendrían que hacer los miembros de la familia si fueran capaces de dejar de discutir como para darse cuenta?, ¿echarse la culpa mutuamente?, ¿decirle a la otra mitad que seguramente los rateros son parte de ellos?, ¿seguir discutiendo mientras los delincuentes siguen saqueando el tesoro?, ¿pedirles a los malandrines que administren el patrimonio y decidan como cuidarlo porque la familia es incapaz de ponerse de acuerdo?... yo pensaría que tendrían que enfrentar a los delincuentes, enviarlos a prisión, y utilizar un sistema de seguridad ¡cualquiera!, evaluando objetivamente su eficacia, independientemente de cual lado gane o tenga la razón.

domingo, 3 de junio de 2012

No te salves de la incertidumbre

La certidumbre, todo saber terminado e inflexible, alivia la ansiedad ante la incertidumbre pero obtura la realidad y limita nuestras posibilidades... el precio de salvarte de la incertidumbre es el de perder tu libertad y disminuir tu capacidad de enfrentarte gozosamente a las vicisitudes de vivir. ¡No te salves de la incertidumbre!...

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo...

(Mario Benedetti)





domingo, 29 de abril de 2012

Sobre las razones para querer, quererse y ser querido

Dijo Konrad Lorenz:

"El hecho simple de que mi perro me quiere más que yo a él constituye una realidad tan innegable que, cada vez que pienso en ella, me avergüenzo".

Una frase sin duda interesante, pero al leerla por primera vez me sucedió algo más interesante, porque en vez de leerla tal como es, algo en mí la modificó y en su lugar leí:

"El hecho simple de que mi perro me quiere más que yo [A MI MISMO] constituye una realidad tan innegable que, cada vez que pienso en ella, me avergüenzo".
(modificada por fantasmas interiores a partir de la frase de Konrad Lorenz)

Y esa frase sí que me cimbró completamente. ¿Qué pasaría si lográramos querernos a nosotros mismos tal y como nos quieren nuestras mascotas?, ¿acaso nos exigen muchas razones para proferirnos ese intenso amor?, ¿nos es verdad que las condiciones que nos ponemos para autoestimarnos son ridículas y exageradas, usureras, a comparación de las suyas para emocionarse cada vez que nos ven regresar o poner croquetas en sus platos?
No me parece nada difícil imaginar que un gato se quiere a si mismo exactamente con la misma intensidad e incondicionalidad... veo ahí a unos grandes maestros de vida.




lunes, 9 de abril de 2012

Sobre la sensualidad y los gatos

EL GATO
Charles Baudelaire

Ven, mi bello gato, a mi corazón amoroso;
Recoge las uñas de tus patas,
Y deja que me hunda en tus bellos ojos,
Mezcla de metal y de ágata.

Cuando mis dedos acarician sin prisa
Tu cabeza y tu elástico lomo,
Y mi mano se embriaga con el placer
De palpar tu eléctrico cuerpo,

Veo a mi mujer con la imaginación. Su mirada,
Como la tuya, amable animal,
Profunda y fría, corta y hiere como un dardo,

Y de los pies a la cabeza,
Un aire sutil, un peligroso perfume
Flotan en torno a su cuerpo moreno.